viernes, 2 de noviembre de 2012

LOS NIÑOS COMO OBJETO DEL CONTAGIO CRIMINAL

Autores:
Dr. Vicente Garrido Genovés
Maria Laura Quiñones Urquiza

El micro análisis de una comunidad con contagio criminal, se observa con claridad en los motines carcelarios. Un  ejemplo diáfano es el motín de Sierra Chica (2006) donde lo que en realidad era un escape masivo fue presentado como reclamo de mejores condiciones habitacionales. Todo terminó en una masacre donde varios de los principales actores, a pesar de que no eran considerados delincuentes de alta peligrosidad, llevados por ese contexto violento y el  furor grupal, actuaron de un modo particularmente violento, inhibiendo el pensamiento y el juicio crítico pero dominando la voluntad. Durante la barbarie, se cometieron actos de violencia criminal tal, que incluyeron antropofagia, quedando así, en los anales de nuestra historia.

En estos últimos meses, las conductas de contagio criminal parecieran no tener fin, pero tampoco límites, porque ahora hemos podido constatarlo, incluso entre sujetos jóvenes, lo que nos advierte de la fuerte importancia que los medios de comunicación globales pueden ejercer sobre personalidades vulnerables.
De algún modo, nuestra sociedad responde a tal estímulo, pues hoy la gente está receptiva y masivamente expuesta ante toda noticia que muestre actos importantes de violencia, ante la cual responde identificándose en algunos casos con los victimarios, pero en la mayoría de las ocasiones con las víctimas y busca, necesita comprender quiénes son estos delincuentes violentos, por qué lo hacen, y si pudo ser evitado el hecho que nos produce consternación por su gran carga de violencia.

Algunos de estos casos reflejan claramente que el joven agresor ha vivido por largo tiempo en un clima donde la respuesta violenta ha sido modelada y reforzada en el seno de su familia y comunidad. Aquí cobran especial importancia las condiciones ambientales, y se deduce con criterio que sin tales circunstancias el desarrollo de la personalidad hubiera sido bien distinto. José Emanuel Suárez ahorcó a su prima Nicole Rodríguez (5) para vengarse de su tío. En la provincia de Mendoza Ezequiel Miguel (10), con diagnóstico de esquizofrenia, fue hallado muerto junto a sus dos abuelos y madre adoptiva, todos víctimas de heridas de arma blanca, el único sobreviviente de la masacre, fue el amigo y vecino de Ezequiel de 14 años de edad quien relató que el niño, comenzó a matar a toda su familia para luego seguir con él quien respondió con la agresión matándolo en defensa propia.

Pero hay otros casos donde ese condicionamiento social está menos claro, o bien no acertamos a comprender de qué modo la acción criminal fue instigada por desencadenantes lógicos o razonables. En tales casos tenemos que concluir que la personalidad del autor contenía desviaciones importantes en su sentido moral y emocional, haciendo que desarrollara un profundo egocentrismo que impulsa la violencia como medio de obtener sus propósitos y desembarazarse de obstáculos, en su concepción, indeseables
La niña Candela Sol Rodríguez (11) fue aparentemente víctima de un ajuste de cuentas  contra sus padres. Gastón Bustamante (12) apareció ahorcado dentro de su casa, el agresor sabría de un dinero que había allí para depositar en plazo fijo, ese día el nene faltó a la escuela.

Tomás Dameno Santillan (9), padecía hidrocefalia leve y fue muerto a golpes en ambos parietales con objeto contundente, en una lucha con su agresor, el principal sospechoso es la ex pareja de la madre, Adalberto Cuello. Micaela Galle (11) junto a su abuela, su madre y una amiga de esta, fueron muertas en su domicilio. Micaela recibió 11 puñaladas en la axila derecha, 11 en el tórax y otra en la axila izquierda es decir, fue matada por demás. El hijo de 2 años de Carla Tomaselli (19), presenció cómo su padre Marcelo (26), luego del avenimiento con su madre, la asesinó con total frialdad y lo sostuvo en sus brazos mientras esperaba a la policía.

Como conclusión podemos señalar que el efecto de contagio tiene una derivación especial en personas vulnerables, y los sujetos que, por razón de sus circunstancias sociales o bien por sus precarios recursos emocionales y natural egocentrismo (propios de alteraciones narcisistas o psicopáticas) están expuestos a contenidos violentos sensacionales y reiterados, tienen una mayor probabilidad de repetir tales actos. Si bien los medios ponen en el tapete una realidad que no debe sernos ajena, para combatir en la medida de los posible este fenómeno, se hace necesaria una regulación en la presentación de los casos de violencia más llamativos, así como el esfuerzo por desarrollar una política preventiva en salud mental infanto-juvenil que pueda ayudar también a que ya adultos, no exploten con violencia ante la presencia violencia criminal e identificándose la perciban como instigadora.