martes, 23 de septiembre de 2008

EL IMPULSO DELICTIVO U HOMICIDA EN LA EPILEPSIA

Autor: Maria Laura Quiñones Urquiza


¿Es posible robar, matar, violar, incendiar o fugarse durante una crisis epiléptica?, Es posible, pero no en todos los tipos de epilepsia.

Para Henry Ey, la epilepsia es susceptible de una definición FISIOLÓGICA: se trata de una descarga en masa de un grupo de neuronas cerebrales, o de su totalidad, momentáneamente afectadas de una sincronía excesiva. NEUROLÓGICAMENTE: consiste en las manifestaciones convulsivas de esta hipersincronía, o sus equivalentes, PSIQUIÁTRICAMENTE: por partes comprende los aspectos de desestructuración de la conciencia, en relación a las crisis y accidentes comiciales y por otra, las modificaciones de la personalidad que eventualmente están asociadas a esos trastornos.

Los también llamados accidentes comiciales, pueden ser de origen químico, tumoral, traumatológico, perinatal, por malformaciones congénitas o derivada de otras enfermedades como por ejemplo la meningitis.

Existen dos grandes divisiones que a su vez agrupan subtipos. Las formas más conocidas son las CRISIS ICTOCOMICIALES con sus Gran Mal y Pequeño Mal, acompañados de ausencias amnésicas, posibles desajustes en las funciones vegetativas, estados convulsivos generalizados o espasmos recortados.

Las CRISIS GRADUOCOMICIALES, es decir, parciales con o sin generalización, tienen su descarga neuronal en una zona determinada del cerebro, es decir en un foco epileptógeno, son difíciles de detectar a simple vista y se presentan con conflictos intrapsiquicos. De éstas, me voy a referir a las que traen consigo automatismos psicomotores y equivalentes (PENFIELD).

Estos impulsos delictivos u homicidas se traducirían en escenas criminales predominantemente desorganizadas, con victimas de oportunidad, dejando testigos y vestigios de gran valor criminalístico. Por ejemplo en el caso de violaciones llenas de ira, la firma se expresaría en verbalizaciones extrañas. Los homicidios irían desde lo simple y oportunista hasta el homicidio en masa o Spree Killing con muertes por estrangulación o golpes letales y rápidos o con armas de oportunidad.

Observemos un automatismo: imaginemos que vamos a sacar una fotocopia, sólo una hoja, se la entregamos al joven de la fotocopiadora: él, 1º levanta la tapa de la fotocopiadora, 2º coloca el papel, 3º cierra la tapa del aparato y 4º oprime el botón. De pronto, ya sin nada en la mano, repite innecesaria y sucesivamente los pasos 1, 2, 3 y 4 por varios minutos. Curiosamente para quien lo observa, tampoco responde a la pregunta: ¿qué esta Ud. haciendo?. A los pocos minutos, el epiléptico sale de su oscurecido estado de conciencia, entrega la hoja y se sorprende con las más de 30 de fotocopias en blanco que de pronto aparecieron en la bandeja de salida de la máquina, no se explica cómo es que aparecieron allí, si él apretó el botón solo una vez. Esos “otros momentos” quedaron ajenos a su memoria, debido a que el proceso normal de captación de los hechos, se vió alterado durante su trance, es por ello que no se fijaron, tampoco podrán ser evocados, ni recordados o reconocidos como propios, porque no están inscriptos, es decir, no forman parte de sus registros mnésicos.

Estas conductas complejas, automáticas y perseverantes, pueden convivir en un individuo durante horas e incluso días, apareciendo bruscamente, y desembocando en un estado sin claridad de conciencia, refiriéndome con esto, a los diferentes grados de esta estructura, desde su extremo mínimo: coma, pasando por los estados confusional, embotamiento, crepuscular, onírico, oniróide, llegando a los exacerbados como la hipervigilia e hiperfrenia.

Para la comprensión del presente tema, es importante dejar en claro de qué hablamos cuando lo hacemos refiriéndonos al oscurecimiento de conciencia, aquí un sujeto no posee lucidez para el juicio crítico (Juicio suspendido), ya que se encuentran disminuidas sus facultades cognitivas, conativas y afectivas, haciendo de él un ser inimputable frente la comisión de cualquier delito, en este caso, preso de una desestructuración de la conciencia, un quiebre que podría asemejarse a una demencia transitoria en sentido jurídico.

Una de las formas de los estados psicomotores, es el estado confusional psicomotor, que se presenta con alteraciones groseras de la personalidad tales como, obnubilación de la conciencia, desorientación témporo espacial (sin conciencia de espacio, tiempo y situación), es decir no saber dónde se encuentra uno en ese momento, ni en qué día calendario; desorientación auto y alopsiquica: no responder al propio nombre y al país o ciudad en que se encuentra; la incoherencia en el pensamiento se hace evidente cuando el individuo articula palabras vagas, imprecisas y que no cumplen con las leyes asociativas lógicas, por ende lo judicativo, es decir el conocimiento de la consecuencia de sus actos, es nulo momentáneamente.

Este estado también puede irrumpir en una forma agitada, donde el epiléptico se encuentra ansioso, hasta furioso y con alucinaciones impregnadas de reproducciones oníricas polimorfas, respondiendo claramente a impulsos delirantes basados en su ensueño, actuándolo. Estos signos pueden definirse claramente como episodios psicóticos agudos, es decir de corta duración. La amnesia luego de haber robado, violado, masacrado, incendiado, no obedece a un olvido simulado, si no más bien a la pobre captación de engramas o recuerdos como consecuencia de la instalación de su perturbación. El electroencefalograma positivo podrá ayudar al diagnóstico de este cuadro, siendo además de importancia médico-legal.

Los síntomas, en estos casos, se caracterizan por un proceso de despersonalización, que por su localización cerebral, afecta no solo al sensóreo, si no también a la afectividad y psicomotricidad. La presencia de Auras puede ser una señal de alarma frente a la precipitación de uno de estos accidentes, este fenómeno podría manifestarse con la percepción por parte del enfermo de olores penetrantes y nauseabundos, sensación de sabores repulsivos (crisis uncinadas), ruidos ensordecedores, visualización de luces cegadoras o de personas ausentes, dolores epicríticos sin definición (pródromos).

Si el foco alterado es en lo paramedial del lóbulo temporal (rinencéfalo) aparecen las equivalencias del Mal Psicomotor, caracterizadas por trastornos antisociales de conducta, complejos, ordenados, forzados y automático-ambulatorios de larga duración.

La forma de estados crepusculares epilépticos, suele presentarse en sujetos con otros antecedentes más graves de epilepsia, el grado de conciencia es más claro que el anterior, es por ello que puede responder lentamente en una conversación y repentinamente enfurecerse violentándose al hablar de temas de poca importancia. Aquí también se vivencian imágenes oniróides, que se intercalan con las de la vigilia generando un conflicto, puesto que no pueden diferenciarlas entre sí. Las sensaciones de dejà-vu o jamais-vu también se manifiestan y son signos que alertan a quienes están a su alrededor. La fluidéz viscosa de su pensamiento, los contenidos delirantes, a veces místico placenteros, experimentados con una hipersensibilidad exagerada, fugas (dromomanía), conductas insólitas, incoercibles e involuntarias, ya que la facultad volitiva se encuentra abolida, estos son actos en Cortocircuito (MARIETAN). A diferencia del estado anterior, acá el epiléptico se adapta parcialmente a la realidad.


Los estados maniaco depresivos epilépticos, también plantean semejanzas con los observados en las manías o depresiones mayores, donde se va desde la excitación, furor inmotivado hasta la melancolía irracional, siendo a veces dominando por delirios de persecución, llegando incluso al suicidio.

El diagnóstico precoz, el monitoreo médico y el cumplimiento de la terapia medicamentosa, son útiles para prevenir estas crisis.





Bibliografía:

TRATADO DE PSQUIATRÍA, H. Ey, P. Bernard, CH. Brisset – Reed. 1996
CONCEPTOS FNDAMENTALES DE PSICOPATOLOGIA I, Hector R. Fischer y Col. CEA 1996.
SEMIOLOGIA PSIQUIATRICA, Hugo Marietan. Ananké
NEUROPSYCHOLOGIE DE LA MEMOIRE HUMAINE, Raymond Bruyer, Martial Van Der Linden. Presses Universitaires de Grenoble Edisem Inc. 1991.

lunes, 1 de septiembre de 2008

VICENTE GARRIDO GENOVES, investigando la mente criminal


Sobran motivos, admiración y ganas para hablar del Dr. Vicente Garrido Genovés, el Maestro criminólogo español nacido en Valencia, además Doctorado en psicología en dicha Universidad. Postgraduado en la Universidad de Ottawa, Canadá. Profesor invitado de la Sociedad Británica de Psicología en la Universidad de Salford, logro profesional alcanzado solo por una elite de grandes científicos.

Miembro de asociaciones científicas, y del consejo editorial de varias revistas, entre ellas Psychology, Crime and the Law, y Journal of Correctional Education. Autor de muchas de las obras tesoro para estudiantes y profesionales criminólogos, psicólogos, médicos, comunicadores, psiquiatras, cuerpos y fuerzas de seguridad, abogados y jueces. Ejerció de Consultor de Naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia Juvenil en Latinoamérica, supervisando programas en Argentina, Chile, Costa Rica y Uruguay. El Ministerio de Justicia le concedió en 1999 la Cruz de San Raimundo de Peñafort, por “sus méritos en el desarrollo de una justicia más humana y eficaz”. Actualmente investiga las conductas de acoso y violencia contra la mujer, colaborando con varios centros de atención a víctimas de mujeres en España.


¿Por qué eligió esta carrera?

Me gustaba desde siempre el estudio del crimen, esa parte que nos da miedo, quizás porque soy vitalista y optimista. Es una contradicción sólo aparente: estudiar el mal requiere de una creencia firme en lo bueno del hombre.


¿Cómo influyen los medios, los padres, la escuela en la génesis del delito?

De un modo muy importante, ya que los gustos, actitudes y valores dependen de los referentes personales y simbólicos a los que tenemos acceso. Ahora bien, hay personas más proclives a dejarse influir por los mensajes y ejemplos negativos. Es el peso de nuestra biología. Hay un ejemplo fácil: elige tres tipos de tierras diversas y trata de plantar una misma semilla. La planta resultante de la semilla tendrá tres comportamientos" diferentes en cada uno de esos ecosistemas. Así pues, no es lo mismo que genéticamente seamos más sensibles ante la amenaza del castigo o menos sensibles, y ese tipo de variables de personalidad son relevantes a la hora de explicar si nos atreveremos a cruzar determinadas fronteras.


Desde las instituciones de gobierno ¿qué debería tomarse en cuenta para reducir la delincuencia juvenil?

El fracaso escolar y la paternidad irresponsable son las dos variables más relevantes. Los niños fracasados en la escuela no tienen futuro y son más propicios a influencias negativas. Por su parte, los padres que abusan o son negligentes en la educación y relación emocional con sus hijos les preparan mal para el mundo afectivo y laboral del futuro, que requiere confianza y competencia.


Aquellos criminales que cursan con algolagnia ¿son plausibles de rehabilitarse?

Ese factor por sí solo no es determinante sobre las posibilidades de rehabilitación, sobre todo si se trata de la pasiva (masoquismo). El sadismo ya tiene más problemas en la rehabilitación clínica, en particular si se aplica junto con actos sexuales forzados, porque suma al deseo sexual la necesidad de hacer daño, y ello revela una profunda falta de empatía por parte de quien lo ejerce.


Refiriéndonos al síndrome de Estocolmo que se presenta en la pareja penal captor-rehén y teniendo en cuenta los términos económicos con que se maneja el aparato psíquico ¿existe posibilidad que dicho síndrome sea una defensa subconciente para evitar el mal mayor de aquellos síntomas que traería consigo el estrés post traumático?

No lo creo. Creo que se trata de una respuesta natural de la psique humana ante la amenaza de morir. Uno se alinea junto al que tiene el poder, así sus opciones de ser visto como "afin" al que tiene el poder aumentan, al menos en la percepción del secuestrado. Esa estrategia puede tener sus fundamentos, ya que el secuestrador puede, en efecto, dañar más difícilmente a alguien que busca su complicidad ideológica y emocional.


Como sociedad ¿qué podríamos cambiar para contribuir a la reinserción de los ex convictos y evitar su reincidencia?

Dos cosas: ocupación y apoyo social. La gente tiene más incentivos para no cambiar si recibe rechazo y pocas oportunidades. Nos gusta que los demás nos valoren y nos consideren tipos agradables. Si sólo encuentro rechazo y dificultades no haré ningún esfuerzo en acercarme a los otros, y me excusaré en que "no tengo ninguna oportunidad" para no cambiar.



Para conocer cómo funciona la mente estratégica del asesino serial, con autorización del Dr. Garrido, hemos extractado unos párrafos de su obra “La mente criminal, Temas de Hoy”:

EL ASESINO EN SERIE, PERSEVERA EN VIVIR DE ACUERDO CON SU NATURALEZA ESENCIAL.

En todos esos casos, fue la insistencia del asesino en matar lo que les llevó a ser capturados. Cuando el criminal se detiene, y ha logrado matar repetidamente sin que le capturen, como el Asesino del Río Verde, hay que entender que han operado aquí dos factores. En primer lugar, el asesino ha alcanzado lo que podríamos denominar un punto de saturación; ya no se puede matar más: 48 mujeres en apenas dos años (1983-1984) supera todos los límites... Como un alcohólico, llega a un punto de consumo de energías vitales que le fuerza a tomar una decisión: o se detiene o sucumbe. Esto es, una vez ahíto en sus ansias de matar, Gary Ridgway entendió que debía de parar si no quería ser capturado. Quizás Bundy lo hubiera hecho también si hubiese tenido más tiempo. Sin embargo, el hecho de que –según confesó el propio Ridgway— ni siquiera él hubiera sido capaz de abstenerse por completo, puesto que al menos mató de nuevo una o dos veces en los años 90, revela lo difícil que es lograr el “retiro” definitivo de la adicción asesina.

Un segundo factor necesario es la disposición de una vida ordenada donde uno pueda perderse: en la medida en que la policía no le ha detectado, no le ha privado por consiguiente de ese ambiente estable donde él puede refugiarse y aparentar ser alguien convencional. En el episodio final de su carrera homicida, Bundy no tenía por más tiempo esa oportunidad. Durante varios años dispuso de ese ambiente de protección en el que camuflar sus asesinatos, pero una vez detenido aquello se acabó. Sin embargo –en lo que es una mala comprensión de la situación real— planeó su huida a Florida sólo como un cambio de escenario para sus crímenes, ignorando el hecho de que era un delincuente perseguido. Allí actuó como si nada hubiera ocurrido anteriormente: se instaló en un piso de estudiantes y se dedicó a explorar su terreno de caza. Era como si se estuviera iniciando en matar chicas estudiantes. Contrariamente, la verdad era que Bundy estaba psicológicamente mucho menos fuerte, como el adicto o alcohólico tras varios años de abuso: su frenesí le hizo menos cuidadoso, y no tenía ningún plan a medio plazo para vivir de forma integrada y ocultar sus propósitos auténticos.

Ese proceso de adicción es tan difícil de superar que incluso tener la suerte de iniciar una nueva vida, como si nada del terrible pasado hubiera existido, puede no ser suficiente. Gilberto Chamba es un ejemplo claro de ello. Por las razones explicadas en el capítulo 4, este asesino ecuatoriano tuvo la posibilidad en nuestro país de partir de cero. Con un pasaporte en regla y sin que nadie supiera que era el autor de ocho asesinatos en su país, Chamba logra disfrutar en Lleida de un buen empleo y acumular un historial laboral impecable. Tiene a su mujer e hijos con él, así como dos hermanas que le han ayudado a aclimatarse y a iniciar lo que es sin duda otra vida completamente diferente a la que experimentó en Ecuador. No obstante esto, la rueda del crimen empieza a rodar tan pronto Chamba se ha instalado y ha estudiado con detenimiento su nuevo ambiente. Es decir, tan pronto como se siente seguro, decide que ha de volver a matar.

Ahora bien, aunque el símil entre la adicción a las drogas y al asesinato es útil para reflejar esa necesidad interior que siente el sujeto, hay una diferencia importante entre el motivo de la compulsión que caracteriza el asesinato serial y aquél que impulsa el consumo de alcohol o las drogas (1) . El alcohólico o drogadicto puede llegar a esta condición por mera curiosidad, por deseo de escapar de una situación que no le gusta o por emular a alguien, entre otras razones (imitación de los padres, presión de los compañeros, etc.). Sin embargo, mi tesis es que el asesino en serie pretende con los asesinatos convertirse en otra persona, ser alguien diferente de quien es, y acabar así con un tipo de vida que se le antoja intolerable.

Así planteado, habría una coincidencia entre una de las posibles razones para el consumo de alcohol y drogas y el asesinato serial, ya que acabo de mencionar que la gente puede beber o drogarse para escapar de una realidad que no le gusta. No obstante, hay una diferencia importante que hace que ambas motivaciones no sean las mismas: mientras que en este supuesto el drogadicto busca refugiarse en el placer de la droga como forma de negar los problemas, el asesino quiere transformar su realidad, es decir, al huir del mundo que no le gusta está afirmando su propia individualidad. Mientras que el adicto a las drogas escapa de enfrentarse a sus responsabilidades y niega sus auténticas necesidades humanas mediante el consumo de la sustancia prohibida, el asesino en serie afirma su auténtica naturaleza mediante el crimen. La insatisfacción que siente en la vida ordinaria es un acicate para hallar su auténtico camino.

En otras palabras: él no se refugia en el crimen repetido porque no se encuentra capacitado para enfrentarse a los problemas de la vida ordinaria (como hace el adicto), sino que los problemas de adaptación o la insatisfacción interior que siente desde joven son una muestra de que hay algo más que ha de lograr subvirtiendo el orden moral universal, mediante el inicio de una trayectoria de asesinatos repetidos. La diferencia entre la compulsión para matar y para tomar drogas se ve más clara si prestamos atención al origen y desarrollo de la primera, que no guarda relación alguna con la iniciación a las drogas. Como sabemos, en el asesino en serie hay un periodo más o menos largo en el que su fantasía es esencial para explorar el camino futuro. Ese imaginar cómo se siente uno cuando persigue y rasga las vestiduras de una mujer, cuando la puede imaginar atada en un hoyo en el monte y a su completa merced, va creando en el sujeto un sentimiento extraño, como de disociación o extrañeza hacia su propia persona: él ve que hay un “yo” interior que se va revelando y que, inicialmente, le produce una profunda conmoción y quizás miedo por lo que va a suponer. No es extraño que algunos asesinos recurran al alcohol para atreverse a “liberar” ese monstruo interior. Es entonces cuando, en ocasiones, se producen los “ensayos” o pruebas en la vida real: se persigue a una chica, se intenta capturarla, hay un amago de ataque...

Así, Joaquín Ferrándiz primero comete una violación; cuando sale de la cárcel comprende que ha de matar para experimentar lo que necesita y, además, para evitar que haya testigos que lo vuelvan a llevar ante la justicia. Del mismo modo, Bundy en el capítulo 8 nos relató de qué modo empezó espiando a las mujeres mientras se desvestían, y cómo poco a poco –y ayudado por una fantasía muy poderosa y rica que iba alimentando con sus lecturas— va acercándose más con sus actos al tipo de crimen que le caracterizaría como uno de los mayores asesinos seriales del siglo XX.

De acuerdo con esta hipótesis, los motivos a los que antes he hecho referencia no son sino diferentes caminos por los que los asesinos en serie llegan a buscar su naturaleza esencial. Unos lo hacen porque desean vivir con lujo o con cosas que le apetecen tener. Otros quieren sentir un placer sexual descomunal, brutalmente intenso. Unos terceros quieren expresar su odio y resentimiento de un modo atroz. Finalmente, todavía otro grupo de asesinos quieren disponer del sentimiento placentero que les da el obtener el control absoluto de otra persona; la capacidad de ser los dueños definitivos de la vida de quien han capturado.

Todos esos motivos son formas de llegar a una misma meta: el control del ambiente, la transformación de la realidad, la creación de un nuevo yo mediante una violencia inusitada y secreta (2) . En este sentido, como antes he indicado, habría una motivación general para todos los asesinos en serie: lograr el control de una parcela de la realidad donde ellos definitivamente encuentran su mayor realización personal, lo que incluiría todo el proceso que va implícito en la preparación, ejecución y ocultación de cada asesinato.

(1) Tampoco quiero extender esa semejanza al grado de control que ambos tipos de sujetos pueden ejercer sobre el objeto de la compulsión. Como indica la evidencia, los asesinos pueden elegir el momento en que deciden matar, así como tomar todas las precauciones que consideren oportunas. Esto supone un control muy superior al que manifiestan los adictos a las drogas.

(2) En situaciones excepcionales como son las guerras, los psicópatas pueden convertirse en asesinos en serie y, por ello, lograr su plena realización, en un contexto socialmente aprobado. Es el caso del Doctor Mengele y sus experimentos malignos en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, tal y como explico en mi libro: Contra la violencia, las semillas del bien y del mal (Algar editorial, 2002)




La última obra del Dr. Vicente Garrido, busca que el lector sienta cómo se aplica la psicología forense en cada fase de la aplicación de la ley. Es un libro que muestra los éxitos y logros, pero también los fracasos y limitaciones en un ámbito donde la vida y la muerte, el dolor y la esperanza, se confunden en el pulso diario de la lucha por la existencia. Recomendable para todos los públicos

Fotografías: Tony Roig
para MENS REA ACTUS REUS

Dr. HUGO MARIETAN, la psiquiatría argentina para el mundo


El Dr. Hugo Marietan es un prestigioso psiquiatra, escritor, investigador y emblema de la psiquiatría argentina. Su labor profesional ha transcurrido en los neuropsiquiatricos más importantes de Buenos Aires: Tiburcio Borda y Braulio Moyano, además de la práctica privada. Es docente de la Universidad de Buenos Aires y dirige la Revista Alcmeon de la Fundación Argentina de Neuropsiquiatría. Su teoría sobre las psicopatías y la introducción del complementario como figura diferenciada de la víctima le han dado notoriedad mundial. Sus libros y artículos sobre psiquiatría son motivo de consulta para estudiantes, profesionales y público de todo el mundo.

¿Por qué eligió esta carrera?

La carrera de medicina fue un anhelo desde la infancia. Por extraño que parezca, tenía la firme convicción de ser médico desde la escuela primaria. Realizado ese sueño, elegí psiquiatría como especialidad por la incógnita que representaba la mente humana y su influencia sobre las enfermedades corporales. Siendo estudiante de quinto año de medicina, realicé las prácticas de psiquiatría en el Hospital Moyano, de alienadas mujeres, y desde allí quedé prendado de la psiquiatría. Y hoy, ya pasados tantos años, cada vez amo más esta especialidad.


¿Cuándo nota usted que la psicopatía no es una enfermedad si no un modo de ser en el mundo?

Desde que se comenzó a definir el tema de la psicopatía como algo diferente de otros fenómenos mentales, existieron dos tendencias: las que consideraban que era una enfermedad (como la neurosis y la psicosis), y los que consideraban que no lo era (como K. Schneider por ejemplo) y hablaban, entonces, de anormalidad (en sentido de infrecuente, estadístico). Yo le he aportado esto de "una manera de ser" porque considero que no es una enfermedad, sino una variación de tipo humano, que incluso tiene un rol en la especie. Entonces, desde esta perspectiva los psicópatas son un tipo de humano con una manera de ser en el mundo distinta al resto. Este concepto es muy importante para el terapeuta, ya que lleva implícito el reconocimiento de "lo distinto" en el psicópata y, verlo como una mente "diferente" y, ya veremos, inalcanzable para una mente común.

¿Qué hace diferente a un psicópata cotidiano de los otros psicópatas?

El psicópata marcadamente disfuncional socialmente como los homicidas, violadores, paidófilos, prirómanos, etc., tienen una impronta fácilmente detectable una vez descubiertos, que es la desmesura en la acción disocial. Y repugna, y es rápidamente señalado y marginado o eliminado del circuito social. El psicópata cotidiano es muy difícil de detectar, ya que maneja los códigos comunes muy bien, aun con maestría y muestra un faz social a veces más que aceptable, incluso carismático como ciertos líderes políticos; o bien son talentosos en emprendimientos empresarios, o científicos, religiosos. Esa faz oculta la otra, la psicopática, que no la muestra sino a los que él quiere mostrárselas, es decir a sus complementarios, o a sus víctimas tangenciales. De tal manera que, cuando se descubre su fase psicopática como fue el caso de Jorge Corsi o el Padre Jorge Grassi, provocan perplejidad y estupor en la gente que quedó fascinada por su faz clara que es la que muestra a la sociedad, y ahora, abruptamente, descubre el lado oscuro. Pero, fuera de estos casos resonantes, el psicópata cotidiano puede permanecer en las sombras por muchos años, incluso hasta su muerte, sin que se enteren de ellos el microcircuito, o sea el que está fuera de los complementarios y víctimas tangenciales.


Dada su experiencia en el tema de los psicópatas ¿cuáles pueden ser rehabilitados y cuales no?

No hay posibilidad de rehabilitación, pues nada esta alterado (en sentido patológico), dado que nos es una enfermedad. Al considerarse una manera de ser, no hay posibilidad de tratamiento. Pero, muchos de estos psicópatas encuentran una inserción social al hacer trabajos sucios o marginales o que repugnan a la mayoría. Ciertos rasgos como la insensibilidad hacia el otro, le permiten ser excelentes cirujanos, lo que no quiere decir que todos los excelentes cirujanos sean psicópatas ¿se entiende?, o bomberos, o evisceradores, o sepultureros, o policías o militares comandos, o espías, o torturadores, éstos desde luego con otro nombre: interrogadores especiales o cualquier otro eufemismo.


El CUESTIONARIO DE RASGOS PSICOPÁTICOS es una escala cualitativa para orientarnos sobre la existencia o nó de estos rasgos en las personas ¿Cómo surgen estos indicadores?

Los indicadores surgen a través de la experiencia, al ver que las complementarias repetían una y otra vez las mismas quejas, se fueron conformando los rasgos. Sobre todo el concepto pulido de "cosificación" que fue un hallazgo el dimensionarlo en toda su magnitud como elemento palpable y descriptivo y no como una mera abstracción.


¿Cuál es la diferencia entre una víctima y un complementario?

La victima es alguien que padece a otro a su pesar, es producto de un encuentro azaroso y no previsto. La víctima sufre el accionar del victimario y siempre tiene la esperanza de escapar y lucha por conseguir su libertad. Nunca le facilita las cosas al victimario para que la dañe, al contrario trata de zafar de toda posibilidad de daño por parte del victimario. En la menor oportunidad, la víctima trata de escapar, y tiene un pésimo recuerdo de ese trauma y jamás, voluntariamente, volvería a caer en algo semejante. Es una prisionera iracunda, deseosa de que la prisión se acabe y odia a su victimario.
La complementaria goza con la presencia del psicópata, lo busca, si el quiere alejarse, ella lo atrae, arma con él los barrotes de su propia prisión, no quiere ver nada negativo del psicópata y trabaja arduamente para no ver los aspectos negativos del psicópata; si él se va, lo extraña a pesar de que objetivamente ha sido muy dañada. Se compara a una esclava que idolatra a su amo.


¿Por qué es necesario un abordaje clínico del complementario y sus familiares?

El complementario, luego de la experiencia con el psicópata queda como "desangrado por un vampiro", alguien que semeja a un anémico; queda deprimido y doliente; con la autoestima es decir su concepto del propio valor, destruido; como alguien que desea estar con el psicópata pero que sus fuerzas ya no le dan más para mantenerle el ritmo de desgaste que impone el psicópata. O bien, viene porque el psicópata la abandonó, como se abandona a una herramienta a la que ya no le damos uso. Entonces hay que trabajar mucho, como terapeutas, como esta persona: al que devolverle el sentido de su vida, ya que la complementaria vive con el sentido de vida que le vende el psicópata. Hay que tratarla como a una estresada, como un estrés postraumático, como una depresión, como una desvalida en ocasiones.
Tanto a ella como a la familia hay que explicarles qué fue lo que le pasó, hay que hacer docencia, mucha, para que se comprenda este fenómeno que es nuevo a ojos de los familiares que no comprenden cómo ha caído tan bajo.
Mucha comprensión, de parte del terapeuta, que debe ejercitar al máximo su tolerancia y paciencia, trasmitir información y solicitar ayuda a los familiares que deben contener a lo que queda de aquella mujer vital y sana que conocieron antes de la experiencia psicopática.